De madrugada te sentí
intentando salir de casa,
Ibas a pescar,
pero hace muchos
años que ya no sales
a la mar.
Ahora casi siempre,
me miras extrañado.
Te detienes en mi rostro,
mientras espero
que me digas algo…
pero te esfumas
como la bruma del mar.
Tu mirada
me atraviesa sin piedad,
fría, sin sentimiento,
sin conexión,
y se difumina en la nada.
Padre, vives desconectado
del mundo,
y me aterra pensar
que ya no volveré
a encontrar en ti,
aquella mirada
que nos conectaba,
aquella mirada protectora
envuelta de amor.
Pasó sin más,
poco a poco
se esfumaron
tus recuerdos,
se perdieron
tus vivencias,
y ahora vagas
como ausente.
Inocente de mí,
creí que no se podía
olvidar a un hijo…
¿Quién eres tú?
Esa pregunta resuena
en cada parte de la casa.
Y por más que
te repito quien soy,
tu memoria no puede más
y no lo retiene.
Padre temo por ti,
por si algún día te asustas,
por si no te puedo detener,
por si huyes de casa
y te pierdes en el laberinto
de tu mente.
Cómo explicarte
que a tu lado
estaré siempre,
contándote tu historia
como los cuentos,
que de pequeño
me dedicabas.
Tendré paciencia,
aquella que nunca
perdiste a mi lado.
Te buscaré en tus olvidos.
Y las veces
que me preguntes
quien soy,
te recordaré
que tu hijo soy.
Que fuiste tú
quien me acunaba
todas las noches,
como ahora
yo lo hago contigo.
Padre, no pasará nada
si no me recuerdas,
si crees que soy
otra persona.
Yo sí te recuerdo
y te acompañaré
en tu mundo de olvidos.
Dedicada a los pacientes de Alzheimer, a sus familiares y cuidadores, por su dedicación y entrega frente a esta cruda enfermedad.

